Sueños imposibles (1/24)



EL REGRESO DE RODRIGO

Habían sido demasiadas emociones. Mentalizarse de todo lo que había sucedido, de los cambios que había habido, de la emoción del reencuentro con Blanca, Enrique y Diego, el volver a San Miguel y tantas cosas más.
   
Para no levantar suspicacias iniciales había dicho a todos que había estado prisionero de los andalusíes y que había sido liberado, al haberse dado cuenta que no era alguien importante por el que pedir un buen rescate. Lo cierto es que esta versión no había convencido a todos o, a decir verdad, no había convencido a nadie. Y a Rodrigo se le hacía un mundo no ir con la verdad por delante y menos con las personas a las que quería.
Al acabar el día estaba agotado. Estaba cansado del viaje y agotado por las emociones del reencuentro y el dolor de haber perdido a su padre. Cuando llegó la hora de dormir, a pesar de estar muy cansado, apenas pudo conciliar el sueño. Despertó antes de que sonara el gallo. En ese momento tuvo dos pensamientos. Pensó en su padre. Ya no le volvería a ver más. No se lo pudo creer. Pensó en Blanca. La amaba y estaba viva.
   
Pasó la mañana con Blanca. Fueron al arroyo. Cuando los dos estuvieron a solas, las palabras dieron paso a los besos apasionados y a las caricias. Sintió cerca el cuerpo de Blanca. Sintió la pasión. Pero había algo que tenía que confesarla.
   
–Blanca ...
   
Ella le miró.
   
–He de decirte algo.
   
Ésta comenzaba a sentirse inquieta.
   
–Estás vivo y eso es lo que verdaderamente importante, pero  ¿qué me tienes que contar?
   
–En Al-Andalus no estuve prisionero.
   
–Veía algo raro. Lo veía en tus ojos.
   
Rodrigo le contó todo lo que había ocurrido en Al-Andalus; como le salvó la vida a Omar. Como éste hizo lo mismo con él. Todo lo que conoció en Al-Andalus y como le ayudó Omar a regresar. Cuando terminó de contar todo, el silencio reinaba entre los dos. Pero fue roto por Rodrigo.
   
–Puede que estés pensando que soy un traidor, al haber vivido entre los andalusíes. Perdiste a tu padre en Rueda. Yo también perdí al mío. Al-Andalus no es Ben Amir y yo no he confraternizado con sus partidarios. Aunque lo estés pensando, quiero que sepas que no soy un traidor. Jamás he vuelto la espalda a lo mío y a los míos.
   
Traidores son aquellos nobles cristianos y señores que rinden pleitesía al Califa, pisoteando a los suyos, con el fin de no perder riquezas y privilegios. Pero yo jamás he renegado de los míos y ahora sé que no todos los andalusíes son malos, pues he visto en muchos de ellos más nobleza que en muchos nobles cristianos.
   
Blanca le miró.
   
–Sé que no eres un traidor. Así no hablan los traidores. Ni les oirás decir la verdad de sus labios.
   
Rodrigo respiró aliviado, al mismo tiempo que abrazaba fuertemente a Blanca.
   
– ¡Dios mío! ¡qué felicidad oír de tu boca estas palabras!
   
Blanca le miró.
   
–Creo que lo que has contado se lo debes contar a todo el mundo. De otra manera aumentarían los recelos y las sospechas.
   
–Tienes toda la razón.


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