Amor y odio (31/39)


LA CONSPIRACIÓN

Había un gran revuelo en casa de Omar. Los criados se movían de un lado para otro y parecía entrar y salir bastante gente.
   
Esto no pasó desapercibido para Rodrigo. Llamó a uno de los criados y le preguntó que era lo que ocurría. Apenas le entendió que él no sabía nada. Rodrigo iba y venía por los pasillos, esperando que alguien le diese alguna respuesta.
   
Por fin encontró a Aixa.
   
–Aixa, ¿qué es lo que ocurre? –preguntó.
   
Ella le hizo una señal de silencio y otra de que le siguiese. Rodrigo le siguió hasta un aposento. Una vez que entraron los dos, Aixa cerró la puerta meticulosamente.
   
–Ha sido descubierta una conspiración contra Ibn Amir –explicó Aixa a Rodrigo.
   
– ¡Dios de los cielos! ¿y tu padre? –exclamó asustado Rodrigo.
   
–No. Parece ser que no estaba implicado ... de momento. O me ha mentido o no le han descubierto. No sé. Pero de momento no han ido a por él.
   
Rodrigo suspiró aliviado.
   
–Un día ocurrirá, Rodrigo. Ya me estoy preparando para ello.
   
Rodrigo no supo que decir, aunque en el fondo sabía que Aixa tenía toda la razón.
   
–Aixa –por fin decidió hablar–. Si alguna vez capturan a tu padre por conspirar contra Ben Amir -en este momento sus palabras adquirieron cierto tono de melancolía- piensa que lo hizo por Al-Andalus, por ti, para que tengas el futuro que él quiere para ti, el mejor. Aunque Omar y yo nos hemos conocido en extrañas circunstancias, te puedo asegurar que existe una especie de vínculo entre nosotros muy fuerte, aunque él sea musulmán y yo cristiano, en el fondo somos iguales. Le conozco bien. Si ese maldito día llega, no le compadezcas, siéntete orgullosa de él.
   
–Gracias, Rodrigo –una lágrima salió del ojo de Aixa.
   
Se abrió la puerta y apareció Omar. Aixa se abrazó a él llorando.
   
–No tengas miedo, mi Aixa. No me ha pasado nada.
   
–Te puede pasar, Omar –dijo Rodrigo, acercándose a él–. Ten cuidado. Te voy a dar un consejo de amigo ¡olvídate de Ben Amir!, Dios le dará su castigo.
   
Omar tomó por un hombro a Aixa y por el otro a Rodrigo.
   
–Tranquilos los dos. Estáis un poco nerviosos. ¿Os digo un secreto?
   
"Hoy día hay tanto traidor y tanto espía de Ibn Amir en Córdoba, que vosotros dos sois las únicas personas en quien verdaderamente y por completo puedo confiar. ¡Si participo en alguna conspiración tenéis que participar vosotros! –rió.
   
Omar y Rodrigo se alejaron, riendo y contando cosas graciosas.
   
Los grandes y oscuros ojos de Aixa veían como se alejaba Rodrigo. Desde que le conoció y le cuidó, siempre estuvo enamorada de él. Adoraba su rostro, su cuerpo, su forma de ser. En muchos aspectos le recordaba a su padre, con quien siempre había estado muy unida.
   
A veces soñaba despierta que se casaba con él. Su padre hubiera sido inmensamente feliz si ellos dos se hubieran casado. Había muchos cristianos en Al-Andalus y Rodrigo hubiera podido seguir practicando su religión sin ninguna cortapisa. Quien sabe, lo mismo a la larga, se convertiría al Islam, al comprobar la firmeza de nuestra fe, pensaba. Para él hubiera sido un inmenso golpe de fortuna pasar de ser el tercer hijo de un señor de Castilla al yerno del primo del Califa de Al-Andalus. Pero supo que su corazón pertenecía a otra mujer, que se llamaba Blanca. Y su amor hacia ella era de verdadero como todos los sentimientos de Rodrigo.
   
Sin que nadie lo supiera, en silencio amaba.
   
Y en silencio sufría.


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