El siglo X en el reino asturleonés

Iniciada la Reconquista en las montañas de Covadonga, el reino asturleonés se constituye y autotitula como sucesor del Reino Visigodo, recibiendo su rey Alfonso III el título de emperador, como símbolo de su supremacía sobre los demás reyes y condes cristianos y de la unidad de los antiguos dominios visigodos. Éste tiene que hacer frente a la revuelta de sus hijos Ordoño, Fruela y García, que se alzan sobre su padre como reyes de Galicia, de Asturias y de León, respectivamente.

Existen dos tendencias en el sentido monárquico. Una, la más propia de los tiempos que corren entonces, que es considerar el reino como propio y dividirlo entre los sucesores, y otra, la más cercana a la idea imperial, a la unidad. Este último concepto, más propio del mundo antiguo, del mundo romano, tardaría en volver a fraguar. Empezará a hacerlo en la Baja Edad Media y cristalizará en el Renacimiento, cuando nazcan en Europa los reinos y países con una configuración más parecida a la Europa actual.

En esta época además se los muladíes del Ebro pierden importancia. Sus revueltas habían impedido a los cordobeses atacar el reino. Por lo que por motivos de seguridad, el monarca leonés repoblará su frontera oriental, reconstruyendo una serie de fortalezas a orillas del Duero, concediendo a los condes de estos territorios un mayor poder y favoreciendo la unificación de estos condados, con el fin de defender mejor el territorio.

Al igual que ocurre con los reyes francos carolingios, que no pueden evitar que los condes de Barcelona actúen de forma prácticamente independiente, a los monarcas leoneses les ocurrirá igual con los condes de Castilla.

Ordoño II, a principios del siglo X, vuelve a reconstruir la unidad del reino, rota por la sublevación de los hijos de Alfonso III. Pero los castellanos se niegan a secundar la política real de alianza con Navarra, ya que piensan que favorecerá la expansión de este reino por La Rioja a costa de territorio castellano.

Los condes castellano serán destituídos por no participar en la batalla de Valdejunquera, en el año 920. En esta batalla Abd al-Rahman III recordó a los cristianos, leoneses y navarros, que los problemas internos de al-Andalus habían finalizado y que en adelante volverían a ser un peligro y un quebradero de cabeza para los reinos cristianos.

Cuando muere Ordoño II, para no perder la costumbre, sus hijos se dividen el reino, y León no volvería a recobrar la unidad hasta el reinado de Ramiro II, a la mitad del siglo X. Éste intenta unir a los cristianos contra el califa, apoya a los rebeldes toledanos, refuerza la alianza con Navarra e intenta una vez más atraerse a los musulmanes del Ebro para enfrentarse a Abd al-Rahman, al que derrota en Simancas en 939. Esta victoria que le permitirá consolidar las posiciones leonesas en el valle del Duero.

Sus éxitos frente a los musulmanes no impedirán que el conde castellano Fernán González se subleve y siente las bases de la independencia del condado. Ésta se hará efectiva a la muerte de Ramiro, el último gran rey leonés.

Tras él se inicia la decadencia del reino, cuyos reyes son nombrados por castellanos y navarros, tan pronto aliados como enfrentados entre sí y unos y otros sometidos a la tutela de los andalusíes. Empezará un período de sometimiento al Califato de Córdoba, que se agravará a finales del siglo X, cuando Almanzor, lugarteniente del califa y hombre todopoderoso en Al-Andalus, someta a los reinos cristianos a campañas de castigo y saqueo. Los reyes cristianos serán humillados y tendrán que pagar tributo.

La muerte de Almanzor, la descomposición del califato y su división en reinos de taifas serán los factores predominantes para que los reinos cristianos tomen la iniciativa, esta vez ya sin retrocesos.

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